viernes, noviembre 24, 2006

Santiago Blues

Lidiar con ello es todo un proceso, en especial cuando te agarra en otra. En el "oh, las cosas que hay que hacer, seamos creativos y eficientes". No se asimila de inmediato, haces un poco lo de siempre,... se mastica, se mezcla en la cabeza con la lista de las cosas, y reclama su importancia. Pero no hay estallido, todavía no, sigue la pausa, la cabeza media hora contra la pared o la mesa... y la rabia se desliza y hace su numerito, rápido y patético. Después deambular pensando, pero sin salir de la casa. Entonces, caer contra una pared... quedarse sentado recargado y con las piernas estiradas una hora, dos, y que pase cualquier cosa, sin escándalos, sin esforzarse en evitarlos tampoco, casi con naturalidad. Ya se puede pensar lo que sea, temer lo que sea también. Lo peor es la angustia de no saber que decir. Hablar para decir que no sabes que decir. Carajo. Todos sabemos. Ya en el piso, viendo la lámpara del techo. Que no llegue nadie. "My pain, my sorrow, is my own"... dijo Sunfire cuando Rogue quizo escudriñar en sus pensamientos. Algo así. La tristeza es muy de uno y es bueno que fluya de vez en cuando sin que se le intente contener como a una hemorragia. Todavía en el piso repites palabras o frases compulsivamente. Te vacías un poco y al final te sorprendes descubriendo que acabas de componer un villancico con Kim Jong Il (tirano de Corea del Norte) como protagonista. Pasó lo peor. Hay que recomponerse, ir a llamar por teléfono. Decir que estás y que también te duele. Y seguir nomás.

jueves, noviembre 23, 2006

De fragilidades

Tiene algo de ruptura. Se parece un poco a una locomotora que se estrella contra una pared y se hace pedazos (la locomotora, no la pared, que tal vez es de concreto), o a la parte de "El milagro secreto" (de Borges) en que Dios detiene el tiempo en el momento en que los soldados alemanes le disparan a Jaromir Hládik. O a la foto de un colibrí. Anti-inercia, algo así. Súbita y brutal. El pedazo de mundo que te recuerda quién eres y de donde vienes, justo en medio de la articulación entre las teorias anticolonialistas de Frantz Fanon y "El reino de este mundo". Te recuerda la fragilidad de las personas, y de los países cuando los dejas un rato. Y que las teorías no importan tanto cuando los demonios se sueltan y empiezan a joder.

Desde acá es tan raro, y tan distinto. A todos les importa tan poco. Lo que pasa es de otro mundo. Se escudriña desde el olimpo académico, o desde ese interés medio cordial, medio obligado, en el mejor de los casos. Y sólo lo mediático, los cinco minutos de televisión: el "gobierno alternativo", algo casi anecdótico, como los nombres chistosos que aparecen en la revolución mexicana (Venustiano, jaja!), o los dos emperadores fusilados. A que locos estamos. Parodia cantinflesca hasta en los peores momentos.

Pero eso no me importa. Lo otro me quebró y me dijo que estoy de paso. Volver para constatar que hay gente de menos, y que el mundo y las personas ya son otras. Un poco el horror. Y un poco saber que Santiago será lo añorable, por ese sistema de sustitución de vacíos que sirve para que se hagan cosas.

martes, noviembre 14, 2006

París 2046 D.C.




El sonido de los helicópteros llenaba la noche. De abajo, las luces sólo develaban una inmensa nube de polvo blanco, lo que no se había dispersado después de la explosión. Los marines descendieron por cables hacia la ciudad, con gran orden y velocidad. Se desplegaron por las calles con rapidez, siguiendo al pie de la letra los procedimientos aprendidos en el entrenamiento y en el curso de otras operaciones. París había recibido orden de evacuación, así que cualquier morador no autorizado tendría status de criminal. De cualquier modo, los servicios de inteligencia suponían que la bomba habría acabado con la mayoría de los F.T (Fundamental Terrorist, término extendido a partir de un artículo del Washington Post en 2009 para designar a cualquier persona que emprendiera acciones considerabas delictivas con motivos religiosos) .
Las estructuras estaban casi intactas, el poder destructivo de la bomba era limitado y no había arrasado más que unas cuantas cuadras ("Nada histórico o de valor cultural para la humanidad en general" decía el reporte de inteligencia), pero los efectos del componente biológico eran fatales para todo lo que respirara.

El teniente Cooke, veterano de la campaña pacificadora en Bolivia, gruñó algo por abajo de su máscara antigas. Pensaba que cualquier cosa que pudieran encontrar estaría muerta. De cualquier modo, no le importaba mucho lo que él mismo pensara, sino la orden dada, la misión en general y la otra misión... la más grande y noble: acabar con las creencias peligrosas y prácticas arcaicas extrañas y garantizar el derecho de todo ser humano a trabajar duro para aspirar a comprarse una casa y comerse unas buenas costillas de cerdo. We need heroes more than ever había dicho el presidente y Cooke no era tan ingenuo como para aspirar a tanto, pero casi. Ordenó a algunos de los hombres bajo su mando que exploraran los túneles del metro y él avanzó por el exterior con los soldados Frederiks y McMahon, desde St. Germain des Prés hasta Saint Michel, asegurando cada esquina.
McMahon hizo un chiste idiota sobre lo oscuro que estaba para ser la ciudad luz; Entonces algo rebotó en el uniforme acorazado de Cooke. El teniente recogió el casquillo de la bala mientras Frederiks localizaba la fuente del ataque con el sofisticado equipo integrado a sus lentes protectores y mató al francotirador con un tiro certero. Entonces aparecieron los F.T. con ametralladoras, descolgándose de los edificios o tirando desde las azoteas. Eran unos 20, pero los tres marines, con sus armaduras y armas de alto poder y precisión, se las arreglaron para acabar con todos.

Los F.T. traían máscaras antigas, tramposos. Frederiks le quitó una a un cadaver; El terrorista era negro, como él, pero de los otros negros, algerino tal vez. McMahon dijo que se parecía a algún cantante de hip hop de principios de siglo. El teniente Cooke gritó la orden para seguir explorando, había que acabar pronto para que París volviera a ser la tierra del vino, el queso y las putas caras en lugar del refugio para extremistas comedores de kebabs en que se había convertido.

martes, noviembre 07, 2006

Todos quieren irse. Yo vine. O es que todos tenemos un deseo de fuga integrado, tal vez porque la alienación en otro lado tiene una explicación o un pretexto reconfortante, y sentirse alienado "en casa" implica que el del problema eres tú, ¿cachai?
Lo de escapar es un mito, los vacíos encuentran la manera de meterse en las maletas, así que nomás hay que aprender a vivir con ellos y si es posible, gambetearlos con felicidades fugaces.

Vivir tan cerca del Estadio Nacional tiene una doble dimensión. El ruido de los partidos tiene una energía especial, a veces se puede oir un buen concierto... o tal vez vengan RBD y Marco Antonio Solís "El Buky", para dejar la sensación de que no importa en que rincón del mundo o cueva oscura te metas... siempre te encontrarán.
Pero la cercanía me vino bien para el concierto de aniversario de los 100 años de la FECH (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile), el cartel se veía impresionante: Los Tres, Vicentico, Charlie García. El principal motivo eran Los Tres, estando en Chile y todo... , creo que no estuvieron tan mal, pero el público estuvo poco entusiasta y muy crítico..., después Vicentico, hablando demasiado como siempre y llevándose gritos ("¡guatón culiado!" que recordó al "¡ya callate, pinche gordo!" de un concierto en México), pero cantó "Desapariciones" y fue un gran momento. Los Van Van, tocaron bien, pero parece que no los pescaron mucho por lo tarde y la falta de referentes. Charlie estuvo grande y fue el único que prendió a la banda.

Me gusta de Santiago que sus aglomeraciones son para morirse de la risa. Me impresionó salir de un concierto masivo en un estadio sin codazos en la cara y sin ser arrastrado por un flujo hostil... tampoco me escupieron, creo.