sábado, marzo 18, 2006

Consideraciones sobre las hormigas



La sensación de ser portador del día del juicio puede ser en cierto modo gratificante. Incluso se puede jugar a ser creativo al respecto. Hoy, una inundación, mañana insecticida o el siempre clásico gigante aplastador. A veces basta con proyectar una sombra siniestra para provocar estampidas y desbandadas (Ahora si Atlántida, ya te cayó tu Zeus).

Después puede llegar un ligero sentimiento de culpa. La sensación de ser un genocida arbitrario, que mata sólo poque puede. Después de todo, lo único que hacen es correr como desesperadas por el marco de la puerta del clóset y meterse en los hoyitos ocasionales. Hasta ahora no han tocado mi ropa ni mi comida. Pero los estándares de las buenas costumbres marcan que las hormigas son una presencia inadmisible en interiores.

Hoy, una de ellas trepó corriendo por mi pierna, posiblemente ciega de ira y con venganza justiciera en el corazón. Me la quité de un golpecito con el dedo, pero la dejé vivir otro día para planear una venganza que acaso merece.

5 Comments:

Blogger MariK said...

jajajaja La venganza justiciera, la imaginé bien clarititito... la pequeña gertrudis corriendo a aniquilarte... :D un abrazo querido hugo!

3:45 p.m.  
Blogger MariK said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

3:45 p.m.  
Blogger hetsah said...

este es tu primero post oficial de identidad raskol?
necesitamos algo más contundente qeu pequeñas hormigas tratando de buscar un poco de dulce... danos cucarachas, ratas, un gato asesino o al dueño de la pensión tratando de robarte!

9:38 a.m.  
Blogger azm said...

Que bonito ... primero los moscos de la Doctores y ahora las inocentes hormigas santiagueras... el exilio de Toluca te ha transformado en un despiadado genocida de la fauna; de todos modos te ganas un abrazo viajero nomás por ser mi carnal

10:21 a.m.  
Blogger La Lejana said...

Inadmisible. Odio a las hormigas.
Tengo un frasco de veneno en mi alacena, junto a las medicinas, y un día ellas osaron (otra vez)hacer su casa en mi cocina. Yo ya no sabía cómo correrlas, tapé con cera la puertita de su casa, las ahogué, les quité el alimento (las infames siempre tienen de dónde conseguir)... hasta que saqué el polvo blanco, e impunemente llené su casa... con dosis excedida al 1000%.
Te extraño.

3:10 a.m.  

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