De mexicanidades

¿Para dónde tirar? Alguna vez alguien dijo que... y tal vez lo creía con la mente y el corazón... o el proyecto elitista o estatista en turno requería un relato legitimador. Hay un poco de muchas cosas en la receta para autococinarnos. Lo que sale del horno depende de lo que se eligió y lo que se quedó afuera. Ser por oposición, como siempre. Podemos ser erizos barrocos, cristianos, pero de los de verdad, católicos flagelantes y cristos sangrantes, simbólico-dramáticos y sensuales, hispánicos hasta la médula, linajes reales, el Cid, Lope de Vega y Cervantes. O si se sigue por la línea de las continuidades, está la Mesoamérica mítica. La de las láminas (o "monografías") de la primaria. Culturas distintas, todas teocráticas y belicosas. Bravos guerreros, buenos arquitectos y certeros astrónomos, con una concepción particular y no lineal de tiempo y espacio, dioses relacionados con elementos, ciclos y sacrificios. Tristes y dignos derrotados por la superioridad instrumental. O modernidad y blanqueamiento progresivo. Tránsito hacia el progreso, nunca logrado del todo por culpa de los indios y la iglesia, residuos del colonialismo feudal. Sociedad de propietarios productivos y capitalistas, cada vez más trenes y menos carretas y caballos. Pero no, porque los pobres, que son mayoría. Mejor estemos orgullosos de ser síntesis, mestizos y a mucha honra. Raza cósmica, nomás. No como los gringos, que son unos utilitaristas de mierda. Pobres, ingeniosos, alegres, cantarines, borrachos y gritones, pero con una melancolía oscura y secreta. Hijos del pueblo, pedros infantes en potencia y que arriba las Chivas. Eso dicen las películas, eso creen los de afuera. Pero no, porque también está la subalternidad rebelde, el indio que no quiere ser folclorizado, el pobre que se cansó de ser pobre, y son tantos y están tan furiosos porque se dieron cuenta de que hay dos mundos y a ellos les tocó el más feo. Todo por culpa de las transnacionales, los ricos, la globalización neoliberal y las potencias hegemónicas. Entonces somos los desposeídos, el tercer mundo. Pero nada, porque lo mexicano fue siempre una construcción, las fronteras se disuelven y somos ciudadanos del mundo y tengo más en común con el australiano de la red que con la señora que vive a tres casas. Y todo tan cómodamente indeterminado y "posmo".

Trato de no ser muy macho (mis amigas y compañeras interesadas en estudios de género probablemente dejarían de hablarme), me gusta el tequila, pero prefiero la cerveza o el vino tinto. Tengo un vago antepasado mariachil, pero nunca he sido bueno para cantar, sigo prefiriendo enchiladas a Mc Donald`s, jamás me vestí como charro y las fiestas patrias me dan más o menos lo mismo. Sí, le voy a las Chivas.