El gringo domina el paisaje desde la cima de una montaña de chatarra. A lo largo de lo que fue paseo de la Reforma sólo hay concreto levantado y resquebrajado que forma figuras retorcidas, como dientes deformados en la pesadilla de un odontólogo. A la distancia se levantan columnas de humo. El viento sabe a cenizas.
El gringo escruta el cielo en busca de algún helicóptero. Dice una vez más que sabe que su gobierno no abandonará a los ciudadanos americanos que se vieron envueltos en la tragedia y maldice en silencio el día en que aceptó su transferencia a México. El empresario niega con la cabeza. Nadie viene, nadie vendrá. Sabe bien que en la vida sólo se puede contar con uno mismo. Y él saldrá adelante. Ya lo hizo cuando salvó de la ruina la empresa en declive que le heredó su padre. No importan las circunstancias, él siempre sale adelante.
La becaria de recursos humanos está acurrucada junto a la fogata, piensa que de saber sabido que el fin estaba tan cerca, hubiera intentado ser mejor cristiana. Su abuela tenía razón cuando le recomendó confesarse. Uno nunca sabe. Ahora su única esperanza está en estos desconocidos que encontró cuando logró salir de las ruinas del edificio. Piensa en su novio y llora en silencio.
En el grupo hay un estudiante que trabajaba como asistente de oficina. Él estaba seguro de que algún día la naturaleza reaccionaría contra la soberbia humana. Casi lo anhelaba. Imaginó un mundo de planicies fértiles y ciclos incesantes, no un montón de ratas cebándose en las ruinas de lo que alguna vez fue la ciudad.
Las ratas. Nadie sabe a ciencia cierta de donde salieron. Son del tamaño de gatos grandes y muy feroces. El policía les dice a los demás que no le quedan muchas balas. Es el único que tiene un arma y de cierto modo disfruta sentirse importante. Que los elegantes que no se dignaban a decirle "buenos días" en la puerta sepan que no podrán sobrevivir sin él.
Durante la noche se oyen los chillidos de incontables ratas. Un rugido poco familiar se levanta por encima de cualquier otro sonido. Todos se estremecen. Alguien sugiere que tal vez las ratas atacaron a alguno de los animales que escaparon del zoológico de Chapultepec.
Deciden seguir andando.
5 Comments:
hay que seguir a las ratas, siempre saben por donde salir -eso me dijo una vez alguien, hasta ahora no he tenido oportunidad de aplicar semejante consejo
un relato con continuará? por favor, se solicita
gracias
:)
Terrible, me ha gustado mucho. Todo comenzaría el seis de junio con una gran epidemia... o un asteroide que pasa cerca de la tierra jaja Un abrazo.
yo le tengo panico a las ratas!!!! dudo mucho que algun dia se lleguen a extinguir!!!
saludos!!!
Acabo de leer Satarsa, las ratas palindrómicas... pero no menos terribles.
jajaja, le contaré a anamaria -aquí- que tal vez te vas para Chile
-sí,disfruto enormemente estas cosas, por favor continúen
:)
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