domingo, febrero 26, 2006

miércoles, febrero 22, 2006

Sub



Los guerrilleros bajan por la colina y buscan espacios seguros para parapetarse y disparar. Llevan uniforme de camuflaje rosa y morado. Por encima de las ráfagas de las ametralladoras se escucha un motor potente. Entonces aparece el jeep rosa. Se detiene en la cima y te bajas con la desenvoltura de una fashion queen guerrillera. Gritas órdenes, dueña de la situación y avientas tu boina (igual a la del Che Guevara, pero rosa por supuesto) para que el viento haga ondear tu pelo mientras presides tu revolución de chocolate.

Te imagino de blanco, caminando a través de un pasillo de solemnidad (de blanco, tú que eres tan pura como agua de un estanco del río Lerma). Disfrutas el momento, porque siempre has sabido disfrutar los momentos, y también porque tienes esa faceta de princesita que quiere su historia de amor eterno y definitivo. No te desearé la paz del "vivieron felices para siempre" porque se que lo tuyo son las pasiones desbordantes, los fondos turbios, llantos incontrolables y felicidades intensas, escandalosas e irracionales. Traeras luz y aprenderás a disfrutarlo, a tu modo y a su tiempo.

La revolución puede esperar.

sábado, febrero 18, 2006

Noche blanca



Aquí no hay. No tendría porque haberlas. Llevo años viviendo aquí y nunca vi una. Tampoco he oído que los más arraigados y orgullosos de la ciudad hablen de ellas, aunque es cierto que no son un tema recurrente de conversación.

Tolosia gira alrededor de sus centros comerciales. Lo nuevo causaba tumultos, hasta que abrieron tantas cosas al mismo tiempo que la multitud ansiosa de novedades se dividió en varios cauces y el asunto se hizo un poco más llevadero (supongo que es un síntoma de crecimiento, de esos que hacen enorgullecer a mi madre).

Las noches de los viernes tienen un olor especial, a velocidad, asfalto mojado, pelo engominado y feromonas. Vivo cerca del nucleo, frente al complejo antril que concentra la producción de vida nocturna y la envasa en preparatorianas maquilladas.
Eran las 2:00 de la mañana, veía una mala película de vampiros, atravesada por el retumbo contínuo de la música electrónica y los murmullos festivos.
Entonces todo se calló. Los vampiros desaparecieron en el negro de la pantalla y los focos se apagaron. Un segundo después, estalló el grito colectivo de los que se quedaron sin música y luces.

Entonces la vi. No era tan luminosa, pero el cielo tampoco tenía la negrura habitual. Sólo parecía un amanecer a destiempo. Era linda. Pregunté y nadie más recuerda haberla visto.

Arte: Felim Egan.

martes, febrero 07, 2006

24
Los osos polares atravesaban tiempos difíciles en aquel periodo de la guerra contra las morsas (nadie sabe como empezó el conflicto, algunos aseguran que ha existido desde el principio del tiempo). Pocos imaginaron que el caudillo salvador sería un ave de raíces orientales, con el poder de cambiar vidas y mover corazones. Portaba la marca de Ishibashi ( puente de piedra, porque soporta tempestades y ayuda a otros a cruzar por ríos feroces), y para vengar afrentas proferidas contra un ídolo pagano de color naranja, dibujó diseños rojos sobre la piel de las morsas con una katana forjada en Yamaguchi (sólo una sobrevivió, pero quedó condenada a languidecer por siempre).
Terminada la misión, partió en busca de sus raíces avícolas.

sábado, febrero 04, 2006

Decisiones

Cerrar los ojos y correr como un poseso hasta estar del otro lado, más allá del arrepentimiento. Mientras tanto, gritar para no oír a la razón y a sus miedos. Asegurarse de dejar a las personas queridas, para evitar que la nostalgia se vuelva insoportable y sobre todo, saber renunciar a las posibilidades que se quedan y a los afectos que se empañan. Me imagino siendo el extranjero, el mexicano (y ni siquiera uno festivo y gritón), con nuevas desesperaciones, nueva hambre, nuevas perspectivas, nuevas soledades y tal vez nuevos amigos. Riesgos, aventuras, experiencias y renuncias. Sólo falta una decisión.

miércoles, febrero 01, 2006

Dos cuervos



El señor de las runas espera sentado en el techo del mundo. Es sabio, la cuenca vacía en el lugar de su ojo se lo recuerda, es el precio que pagó y nunca se ha arrepentido. Hoy, se sorprende dudando y desesperando. Él, terror de los gigantes de hielo, que ha lidiado con tempestades y eternidades, teme haber perdido su única certeza. Dos cuervos irrumpen en la calma y se posan en sus hombros. Los escucha sin un gesto y sin una palabra. Salen dejando ecos de graznidos en el recinto.

Nada. Los muertos no se han levantado, el oceano no se ha convertido en sangre, la serpiente que duerme en las entrañas de la tierra permanece inactiva. No hay fauces lobunas acechándolo. Hace tanto tiempo que espera la batalla final que ha olvidado de dónde obtuvo la certeza de que aquella batalla existiría.

Eran los tiempos en que se le conocía como el señor de la guerra. Cercenaba miembros y cortaba cabezas al mando de guerreros fieros e inocentes. El pasto teñido de rojo y los clamores de los victoriosos. Sin duda el destino merecido para los hombres de corazón bravo. Así lo dispuso. Pero los combates cotidianos no bastaban para los que anhelaban la gloria verdadera. Por eso inventó la profecía del invierno interminable y de la gran batalla, para que los guerreros virtuosos pudieran soñar con el honor supremo de la caída en un combate contra el mal en el que no habría posibilidades de ganar. El resultado final sería el fin del mundo y la muerte de los dioses. Bastó con que lo imaginara para que fuera cierto. Después de todo, era quién era.

En algún momento entre sus vuelos exploratorios, el cuervo que guarda su memoria dejó caer a la tierra uno de sus recuerdos, el conocimiento de que él había planeado su propia ruina y la del mundo.

Pasaron milenios. Reflexionó y aprendió que el sacrificio no era el camino de la gloria. La perspectiva del caos destructor y de que él y los suyos podían dejar de existir se convirtió en una carga.
Hoy vislumbró el fragmento perdido de su memoria en un reflejo de un lago remoto. Por eso recuerda. Si la profecía iba a cumplirse sería porque él, siendo quién era, la habia hecho real, no el designio de fuerzas incomprensibles. Ve algo más en el reflejo, una fecha.

Antes de que pueda sorprenderse, el lobo aparece de la nada y cercena su garganta.